Historieta/lectura/pedagogía

Decían Deleuze y Guattari en Mil Mesetas que el lenguaje es una máquina de dar órdenes:

El lenguaje ni siquiera está hecho para que se crea en él, sino para obedecer y hacer que se obedezca. […] Esto se constata con toda claridad en los comunicados de la policía o del gobierno, que se preocupan muy poco de la credibilidad o de la veracidad, pero que dicen muy claro lo que debe ser observado y retenido. La indiferencia de los comunicados por cualquier tipo de credibilidad raya a menudo en la provocación. Prueba evidente de que se trata de otra cosa. No nos engañemos…: el lenguaje no pide más. (Postulados de la lingüística)

La consecuencia clara de esta idea es que en una emisión cualquiera de un lenguaje, hay una serie de significados y sentidos puestos en juego pero también, pareja y paralelamente, una serie de instrucciones, de órdenes, que determinan la forma en la que esos enunciados tienen que ser leídos e interpretados (la argumentación de Deleuze-Guattari avanza hacia cuestiones directamente ideológico-políticas).

Ya nos lo dijeron los gramáticos: no es lo mismo «A Rosa le gusta Juan» que «Juan le gusta a Rosa». Aunque los significados puestos en juego son los mismos en cada emisión, la sintaxis refuerza qué es «lo que debe ser observado y retenido». Sintaxis es ordenar, en el sentido de ordenamiento pero también de dar órdenes: interprete esto así, tenga por cierto esto otro, obedezca lo de más allá.

Se ha dicho miles de veces que la historieta es un lenguaje. Yo no sé bien lo que es. O, a lo sumo, decir que es un lenguaje es una forma posible de entender la historieta. Y esa va a ser nuestra manera, al menos por esta vez.

Hagamos que esto sea todo lo especulativo que tiene que ser: no podemos suponer que la historieta tenga una sintaxis en el sentido clásico que se la entiende (ponga un sustantivo aquí, ponga un verbo después, ponga otro sustantivo acompañado de algún que otro adverbio; felicidades: usted ha formado una oración correctamente). Sin embargo, el concepto de sintaxis de la historieta podemos derivarlo de la idea de Deleuze-Guattari: hay sintaxis porque hay instrucciones de lectura. En otras palabras: cada acumulación de páginas, cada conglomerado de viñetas en secuencia, dice algo y también cómo debe leerse eso mismo.

Por puro juego y por facilidad, propongo que distingamos, al menos por ahora, dos juegos de instrucciones (como se dice «juego de llaves»), porque la sintaxis de la historieta no nos lleva a cualquier lado y de cualquier manera.

Se me ocurre que el primer juego de instrucciones está relacionado con la sucesión: es el que lleva la mirada, el que nos hace seguir la secuencia, el que nos hace entender qué es contiguo de qué en la totalidad de la página (nos hace pasar de un componente a otro dentro del orden de la sintaxis, valga la redundancia). Vamos a llamarlo «instrucciones sintagmáticas».

El segundo juego de instrucciones relaciona formas y disposiciones. No es un tipo de relación analógica como la de las instrucciones sintagmáticas (como es analógico un circuito) sino morfológica: importa más la forma que la posición, con lo cual establece una cercanía en el eje de la selección, lo que para los viejos lingüistas era el paradigma, y por eso les vamos a decir «instrucciones paradigmáticas».

Por supuesto que hay historietas o autores a los que estas instrucciones se les notan más. Para empezar a probar esta idea, me gustaría revisar un par de páginas de Ware que traduje hace un tiempo.

sintaxis-historieta

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Como podemos ver en la primera página que intervine despiadadamente, viéndola de lejos se hacen claras las tres tiras en las que está dividida la historieta (cada tira la separé con una línea roja).

Asimismo, ya en esta página puede observarse cómo Ware segmenta la acción como en una suerte de coágulos de viñetas, que se forman a partir de un trabajo muy calculado con los tamaños de cada viñeta de modo de utilizar el «gutter» (la línea blanca) no solo como separación entre viñeta y viñeta sino también como guía de la mirada. En la tira del medio esto se nota: el primer coágulo (que delimité con una linea vertical azul) me llama a que yo lo lea porque esa viñeta grande «no me deja» seguir leyendo hacia la derecha. Mi hipótesis es que Ware aprovecha la co-incidencia de los vértices de las viñetas adyacentes para conformar estas «barreras de la mirada». Veamos las líneas rojas: son contínuas porque todos los vértices se tocan: Ware nos está mostrando que la tira llega hasta ese lugar. Instrucciones sintagmáticas: «la continuidad de la lectura es por acá».

Pero también podemos asociar de otra manera. Sabemos que en estas páginas la protagonista absoluta es una moneda: es quien nos habla, es quien pasa de mano en mano. Y ese protagonismo excluyente se ve en que su forma está iterada una y otra vez: ahí están las viñetas que señalé con verde en esta página (y si van a la página siguiente se nota todavía más: la secuencia final depende enormemente de este procedimiento de repetición).

¿Por qué «instrucciones paradigmáticas»? Porque la asociación es más indirecta que la de continuidad, tiene que ver con una abstracción de la forma o de unos rasgos más que con la co-presencia. Porque la forma «círculo» me presenta un paradigma de selecciones que va desde graficar una «moneda» a un «sol» o una «cabeza».

No sé si esto es del todo claro. Es una idea que me empezó a cuajar y traté de darle orden. Es probable que en otra entrada me explaye más sobre la pedagogía de la página de historieta: con esto quiero decir que la página no solo nos presenta un contenido para leer sino que también «nos dice» cómo leerlo, algo que ya estaba bastante más que sugerido anteriormente. Hasta la próxima.

Publicado el agosto 6, 2014 en Chris Ware, Reflexiones que parecen importantes. Añade a favoritos el enlace permanente. 5 comentarios.

  1. Hola Bru, empiezo por donde suelen terminar los comentarios radiales: ¡muy bueno el programa! Me pareció muy bueno eso de «un lenguaje es una forma posible de entender la historieta». Es algo que suele pasarse por alto a la hora de afirmar – y me incluyo en la afirmación – que «la historieta es un lenguaje». Eso no explica necesariamente por qué y de qué manera lo es, antes que nada lo tomo como un movimiento primario para distanciarse de la idea de la «historieta como género», aún muy presente. Por otra parte, algo que me interesa es ver cómo esas flechas que vos explicitás, antes eran incluidas por la misma edición de la historieta. Y es que hacía a algo práctico: se enseñaba a leer de una determinada forma eso que se estaba leyendo – es decir, la historieta es un lenguaje porque, justamente, ordena -. Ahora bien, que Ware lo haga tácito, engañosamente dejado al azar de la mirada del lector – una decisión particular dentro de un esquema predefinido -, me parece que implica menos la institución de esa forma de leer, que no necesita de flechas suturantes; que la noción de que el lector la va a ordenar de una manera predefinida (culturalmente). Y acá es donde Ware se muestra como el gran artista que es, porque enfrenta al lector a sus propias limitaciones para ofrecerle otras posibilidades. La angustia de ese mundo de melancolía y soledad se refuerza en que ni siquiera sabemos bien cómo leer las miserias que se nos presentan. El orden existe, sin dudas, pero la fragmentación – a contrapelo de la narrativa descomprimida del mainstream – multiplica las posibilidades dentro del esquema. Después de todo, no hay un afuera del esquema, como esas vidas que pasan en las viñetas. Pero así como se reniega de la vectorización clásica de lectura, también se desafía el orden cronológico de una vida a través de la puesta en página que subvierte el orden temporal, sin negarlo. ¿Dónde empieza y termina un vida? ¿Dónde empieza y termina la lectura? Ware se/nos pregunta eso, en la pregunta está el asunto…

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  2. Sí, el ejemplo de Ware es un poco tramposo porque su proyecto como historietista parte del distanciamiento del mainstream y la puesta en página es uno de sus puntales, que refuerza, como bien decís, las ambiciones temáticas de su obra (es una lectura piola, de hecho; la voy a tener en cuenta porque hasta ahora yo no había podido sacar esa impresión angustiante desde la narración a la narrativa).
    Ahora, volvamos a la noción de historieta como lenguaje. Nos dicen los gramáticos que la adquisición de un lenguaje y la manera de usarlo está fuertemente determinada por el contexto en el que crece un sujeto, pero que cada sujeto «le hace algo a la lengua», es decir: la usa de una manera muy particular. Llamémosle «estilo», aunque no creo que sea del todo adecuado. Este estilo se alcanza en una negociación que tiene en cuenta, entonces, el contexto, un cálculo sobre las capacidades de quien va a recibir una emisión determinada y las necesidades comunicativas que tiene el emisor. De ahí que, con más razón todavía, si Ware me hace una historieta que necesita más esfuerzo de mi parte, de alguna manera me tiene que llevar por esa página, para que el laberinto no sea tan tortuoso: en definitiva, el sentido todavía es necesario aunque sea como límite relativo.
    Quisiera probar con otra historieta a ver qué pasa: de qué maneras, con qué estrategias, los historietistas nos dicen «leé esto así, asociá estas cosas de acá, esto es el recuerdo, esta página no se lee como las otras».
    Un último comentario: antes hablé de estilo. Y probablemente toda esta disquisición gire en torno de eso, porque es donde se ve la negociación entre lo individual y lo social. Por eso es que probablemente no tendría que haber empezado a hablar de «la pedagogía de la historieta» sino de «la pedagogía del estilo de cada historietista», porque cada historietista es quien nos enseña a leerlo de a poquito… Pero nos gustan tanto las generalizaciones…

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    • Yo creo que no está mal empezar por un ejemplo como Ware, justamente porque aquellos casos que más tensionan los límites de un lenguaje nos permiten enteder su excepcionalidad dentro de una regla que suele ser aplicada de manera más sistemática, o esquemática. Es decir, nos hacen volver la mirada hacia todos esos otros casos y ejemplos que no son extremos, sino en todo caso una especie de estándar. Lo cual quiere decir que hay que prestar atención a todos los casos, o justamente por eso: cuando algo llama la atención, nos perturba, nos incomoda y nos fascina, es porque se ha distorsionado lo aprehendido y debemos dar cuenta de eso – y de nuestras propias limitaciones y posibilidades como lectores -.

      La cuestión del estilo…Alberto Breccia renegaba contra el «estilo», y elegía el término «concepto»: cada historia requería de un tratamiento conceptual propio para que el relato fuera efectivo. He aquí otro ejemplo extremo, porque todos reconocen en Breccia una capacidad y un ánimo para cambiar de obra en obra que justamente era excepcional en un medio tan – entendiblemente – esquemático. O sea, hay que ganarse el puchero, y el riesgo suele ser lo primero que se descarta ante esa necesidad. Pero son diferentes sintonías dentro del mismo espectro.

      Ahora bien: si el lenguaje de la historieta es la puesta-en-página, entonces ¿cómo se relacionan entre sí el estilo y esa puesta? Creo que ahí hay también una negociación, entre lo que se quiere contar y lo que se puede contar. Un ejemplo es Bernie Krigstein, a quien se lo conocer por esa división infinita de las viñetas, la búsqueda del efecto cinético, etc. Y en parte es porque el tipo nunca consiguió que le dieran más páginas que las que él quería para dibujar. Todas esas constricciones materiales forman parte de la negociación de estilo/puesta-en-página, y eso también modifica la lectura, que a su vez negocia con eso que se le presenta y como bien decías, modifica la obra al leerla de diferentes maneras, de tiempo en tiempo, de persona en persona, de lugar en lugar.

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      • Respecto a esto último, me parece que la división le quita potencial de análisis a la constelación de conceptos: no creo que haya estilo sin puesta en página, ni creo que haya puesta en página sin estilo, y al mismo tiempo las condiciones materiales de producción están produciendo determinaciones. Si pienso la puesta en página, tengo en cuenta al estilo y a las condiciones materiales de producción (y así también con cada vértice de la tríada): en este sentido las «Building Stories» de Ware son interesantes porque es la puesta a prueba de estas tres cosas (varían los soportes, varían las puestas en página y varían ciertos rasgos de estilo; ¿es primero el huevo o la gallina?).
        Gracias por pasar y por aportar, Pablo. Ahora tengo muchas más cosas para seguir pensando.

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