Watchmen: la muerte y la brújula

De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Rorschach, ninguno tan extraño – tan rigurosamente extraño, diremos – como la periódica serie de hechos de sangre que culminaron en el Círculo Ártico, entre el interminable frío polar. Es verdad que Rorschach no logró impedir el último crimen, pero es indiscutible que lo previó… No era así, ¿no?

El ejercicio de reescritura en chiste me sirve para introducir lo que ya está más que claro en el título: creo que existe una relación muy íntima entre Watchmen y La muerte y la brújula. En algún lado leí que varios de los escritores británicos que desembarcan en el circuito de la historieta yankee en los ’80s leyeron muy bien a Borges. Si pudiera encontrar quién lo dijo o dónde lo leí me serviría para probar mi hipótesis. Pero todos estamos sujetos a las leyes de Murphy (si una cita prueba perfectamente tu argumento, no encontrarás la fuente).

El intertexto de La muerte… en Watchmen funciona más o menos como en El nombre de la rosa: es una especie de paralelismo en la estructura de las acciones y en el concepto que despliega la historia, una vuelta de tuerca de los relatos detectivescos clásicos.

En La carta robada Dupin dice que para resolver el problema del paradero de la carta necesita entender cómo funciona la mente de su antagonista, el astuto y audaz ministro D., quien a la vista de todos ha robado una carta a la reina con información que compromete a ella y a su esposo. Dupin resuelve el problema porque (a diferencia de la policía) ve las huellas dejadas por el ministro, entiende su forma de actuar y es capaz de replicarla. La inversión que realiza Borges a este esquema clásico pasa por introducir al detective dentro de la previsión del criminal (en este caso particular, como objetivo último y más importante de una serie de crímenes). El Dandy Red Scharlach, para matar a Erik Lönrot, le plantea un laberinto plagado de signos que sólo Lönrot puede ver (porque Scharlach sabe cómo funciona la mente de su enemigo: sabe que los libros dominarán su pesquisa, sabe que querrá encontrar una conspiración mística) y que lo llevan directamente a su destino final, la quinta de Triste-le-roy, la punta del cañón de su pistola y la venganza del Dandy.

Un resumen esquemático se equilibra con otro. Ya voy a sonar repetitivo, pero adhiero a la idea de que en una obra no se cumplen las leyes de un género puro, sino que más bien la ley del género es un principio de contaminación: cada obra presenta características de varios géneros en mezcla. En la trama de géneros que se lee en Watchmen (superhéroes, ciencia ficción, triángulo amoroso, entre otras) elijo leer solamente la detectivesca. El detective de la novela gráfica es Rorschach, a quien inmediatamente después de la muerte del Comediante se le ocurre la teoría de un asesino de superhéroes. Las muertes siguientes (la de Jacobi, Mason y, aunque no sea una muerte, el ataque a Veidt) abonan su teoría. Una visita a la oficina de Veidt y varios signos bien dispuestos en ella (la pirámide para que Dreiberg quiera buscar en la computadora de Veidt acerca de Pyramid Inc., las estatuas egipcias para que sospeche la clave de la PC) les provee a Rorschach y Dreiberg de la información más importante: detrás de todos los crímenes y de la conspiración para el fin del mundo está Veidt. Su agenda dice que ese día estará en Karnak, un lugar que no les cuesta adivinar dónde está. Cuando llegan les explica por qué decidió llegar hasta donde llegó y cómo los llevó a todos ellos (también llegan Laurie y Dr. Manhattan) hasta donde están. Finalmente les dice que no van a poder impedir la catástrofe nuclear, que ya está ocurriendo. Prever a quien prevé, parece ser la consigna. Pensar como el otro.

Ambos detectives, el de Borges y el de Moore, son burlados, anticipados, primereados por sus respectivos antagonistas, y se encuentran con que adecuaron el problema empírico que tenían enfrente a una teoría, a un modelo (uno regido por la simetría, en Borges, otro regido por una caracterización psicopatológica -la del asesino serial- en Moore). Pero además, la burla (¿no es todo una gran broma para el Comediante, aquel que pudo ver antes que nadie por entre las grietas de la conspiración de Veidt?) nos lleva a otro problema: si el detective es aquel que, como dijo Lacan en el Seminario de ‘La carta robada’, ve donde otros no pueden ver, entonces existe una verdad en el fondo del enigma. Ahora bien, estos detectives burlados resuelven el enigma planteado, en cuyo fondo no hay verdad, o bien hay una verdad fraguada (por otro); y es que esta forma «desviada» del policial parte del hecho de que la verdad tiene estructura de ficción (dos ficciones, en el caso particular de Watchmen: Veidt trama tanto el derrotero de Rorschach hacia el fin del mundo como la justificación Sci-Fi del mismo).

Emparejé dos resúmenes esquemáticos. Sustraje a ambas historias de su especificidad, de lo que las convierte en únicas. Soy conciente de que hay riesgos en eso, pero también de que alguien puede sacar algo de estas ideas.

Publicado el febrero 22, 2011 en Alan Moore. Añade a favoritos el enlace permanente. 11 comentarios.

  1. ya te puedo citar en la tesina.
    abrazo.

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  2. Las observaciones inteligentes tienen algo de totalitario: ya no voy a poder pensar en Watchmen si no es «sub especie» Borges.

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  3. A mí me cuesta no pensar casi todo como «sub especie» Borges…
    No digas de vuelta lo de las observaciones inteligentes porque alguien va a venir a armar una revolución para derrocarlas.

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  4. Borges aparece en La Cosa del Pantano, en la saga esa en que se va al espacio y hace una especie de reconstrucción de La Odisea.
    En una parte Metrón convence a La Cosa de acercarse al muro de los dioses y de pronto los cuadritos se hacen diminutos y cada uno muestra algo distinto, en uno de ellos aparece Borges frente a una máquina de escribir y dice algo así como «Un genio en Buenos Aires escribe su obra». Etapa de Moore, yo los tengo de editorial ZINCO, tendría que buscarlos…

    Y Gaiman, cuando vino a Argentina en el 99 o 2000, no me acuerdo bien, era un FANTABAIRES, dijo que le gustaría conocer los lugares que nombra Borges en su obra.

    No sé, tiro esos datos… ¿ayuda?

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    • Supongo que sí, ayuda. Al menos para saber que lo leyeron y le prestaron atención. Gaiman, ponele, le puso «El jardín de los senderos que se bifurcan» al reino de Destino, en «The Sandman». Son referencias. Si uno leyó «El jardín…», el concepto del mundo de destino tiene otro sentido (no mayor ni mejor: otro).
      Gracias, Manu!

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    • En el artículo sobre Tlôn de la Wikipedia en inglés lo nombran a Grant Morrison.
      De paso: que haya un artículo sobre Tlön en la Wikipedia me da miedo.

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  5. ¡¡Muy bueno!!

    Me acordé de otra coincidencia: Veidt dice que cuando supo que Rorschach estaba buscando un asesino de superhéroes fue que empezó a armar ese sendero de pistas falsas. Ídem Scharlach, que leyó en el diario que Lonnrot estaba leyendo sobre los hasidim. El tema de la fantasía lo está dando el mismo detective.

    El policial en Watchmen es flojo, igual. La técnica que Borges usa para construir un cuento policial exquisito, que lleva al género al límite, Moore la usa para un misterio que se desinfla. Cuando se revela que el asesino es Veidt hace ya tiempo que ninguno de los otros personajes podía ser. Capaz es a propósito, Moore ya estaba desarmando el género de superhéroes, tirando un mensaje re pesimista sobre el fracaso de toda empresa humana, etc…

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    • Ahora que lo pienso, Watchmen está tan llena de repeticiones y simetrías que la identidad del culpable de todo debe estar sugerida desde las primeras páginas y no nos damos cuenta. Como policial puede ser flojo porque la tensión que genera a partir del enigma de la identidad de Veidt se resuelve mucho antes del final, pero esa tensión es reemplazada por otra: ¿qué carajo va a pasar con el mundo? En cualquier caso, Watchmen como policial es flojo porque no es estrictamente (o primariamente) un policial.

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